Poder político, Derecho y Estado

Por Alonso R. Trenado: 20/​09/​20019

Poder político, Derecho y Estado

Lecciones de derecho político
Lec­cio­nes de dere­cho politico.
De don Eduar­do Espín Templado

Mi ilus­tre y admi­ra­do pro­fe­sor don Eduar­do Espín Tem­pla­do, cate­drá­ti­co de Dere­cho Cons­ti­tu­cio­nal, defi­nía allá por el año 1992 el poder como la capa­ci­dad de influir en el com­por­ta­mien­to ajeno. 

Esta defi­ni­ción la amplia en su libro: Lec­cio­nes de Dere­cho Polí­ti­co, edi­to­ral Tirant Lo Blanch (Valen­cia 1994. I.S.B.N.: 84–8002-183–7), lec­ción 2, pági­na 19:

”…Esa capa­ci­dad de influir en los demás exis­te en todos los ámbi­tos socia­les, pues en toda colec­ti­vi­dad, sea un pue­blo, una aso­cia­ción, la fami­lia o un gru­po de ami­gos, exis­te algún miem­bro que osten­ta una posi­ción supe­rior, ya se base en el ascen­dien­te moral ya en la pura fuer­za, que le per­mi­te influir, en mayor o menor gra­do, sobre la con­duc­ta de los demás com­po­nen­tes del gru­po”.

Fue­ra de la magis­tral defi­ni­ción de poder en sen­ti­do amplio, el poder es tam­bién la capa­ci­dad de cam­biar la con­duc­ta aje­na, y en algu­nos casos usan­do la coacción.

Coac­ción ejer­ce un padre sobre el hijo cuan­do le pri­va de su paga sema­nal si ha encon­tra­do taba­co en su mochi­la, coac­ción ejer­ce el poli­cía cuan­do impo­ne un asan­ción por apar­car en lugar no des­ti­na­do a ello. Coac­ción es seña­lar con el dedo ame­na­zan­te a un men­di­go, y coac­ción es impo­ner la ley del por­te­ro de dis­co­te­ca de tú no entras por­que yo deci­do quien lo hace, y las nor­mas las impon­go yo (ayer lo vi en la puer­ta de una famo­sa dis­co­te­ca de Madrid); ya me hubie­ra gus­ta­do inter­ve­nir y con mi boli­gra­fo redac­tar una hoja de recla­ma­cio­nes (he de decir que hay que dejar cla­ro el dere­cho de admi­sión y los moti­vos que impi­den a alguien entrar, pero cla­ro, expli­ca eso a alguien de 2 metros, que pesa 120 kilos, y que es exper­to en artes marciales).

Medios coactivos usados por el poder

Vuel­ve don Eduar­do Espín (pagi­na 20 del cita­do ya libro), que; “tan­to en unos gru­pos como en otros, quie­nes tie­nen poder pue­den obi­gar a los demás a cum­plir sus deci­sio­nes, recu­rrien­do, si ello resul­ta pre­ci­so, a medios coac­ti­vos. Estos medios coac­ti­vos, no siem­pre son inter­nos, pro­pios del gru­po, sino que muy fre­cuen­te­men­te son pro­por­cio­na­dos por una orga­ni­za­ción o gru­po de ámbi­to superior…se apo­ya en últi­ma ins­tan­cia en el poder del Esta­do, que median­te los Tri­bu­na­les y medios coac­ti­vos pro­pios per­mi­te eje­cu­tar, en su caso, cier­tas deci­sio­nes de aqué­llos con­tra la volun­tad de los miem­bros de esos gru­pos que se opon­gan a las mis­mas”.

Tri­bu­na­les de jus­ti­cia, poder judi­cial, eje­cu­ción de sentencias

Otros recursos. Incentivos frente a medios coactivos

Otra for­ma de actuar en la socie­dad, sin entrar en el con­flic­to, la coac­ción, o el uso de medios coac­ti­vos con­sis­te en esta­ble­cer incen­ti­vos, ya sean eco­nó­mi­cos, hono­rí­fi­cos o entre­gan­do dere­chos (como ejem­plo el dere­cho al uso de una vivien­da social si se aban­do­na una cha­vo­la o un piso ocupado).

Con mayor o menor éxi­to, pue­de hacer­se una cala­bria­da (bati­bu­rri­llo); se indi­ca el medio coac­ti­vo (lo que ocu­rri­rá si no acep­tas), y se entre­ga en caso con­tra­rio un incen­ti­vo que pue­da sig­ni­fiar el fin del con­flic­to. Esto algu­nos lo lla­man nego­cia­ción, otros chan­ta­je, y otros no que­da otra.

Lo cier­to es que el poder supe­rior es el del Esta­do, y pue­de impo­ner­se a todos los pode­res que exis­ten en la socie­dad (gru­po fami­liar, de ami­gos, económicos).

Legitimación constitucional del poder

En un esta­do de dere­cho como es Espa­ña, la legi­ti­mi­dad en el uso del poder se basa en la legi­ti­mi­dad legal racio­nal; la exis­ten­cia de una nor­ma gene­ral (Cons­ti­tu­ción del 78), váli­da para todos, vota­da por el pue­blo en refe­ren­dum, y que tie­ne en el prin­ci­pio de igual­dad su pie­dra angular.

Todos los espa­ño­les son igua­les ante la ley.

Poder judicial, tribunales de justicia.

Si tene­mos en cuen­ta que los tri­bu­na­les inter­pre­tan la ley, y en situa­cio­nes de duda, o en supues­tos de vacios lega­les (lagu­nas), crean dere­cho, me cabe una gran pre­gun­ta: los jue­ces solo pue­den tener legi­ti­ma­ción para la atri­bu­ción de su poder en vir­tud de que sus reso­lu­cio­nes estén ela­bo­ra­das racio­nal­men­te, y sobre todo moti­va­das. La fal­ta de ésta últi­ma impi­de el con­trol de su lógi­ca (la moti­va­ción es por tan­to un dere­cho del ciu­da­dano que ade­más ema­na de la cons­ti­tu­ció y de su artícu­lo 24).

No quie­ro olvi­dar que fren­te a la legi­ti­mi­dad del legis­la­dor, que es vota­do, y que redac­ta nor­mas apro­ba­das por mayo­ría en el par­la­men­to, el Juez, sin ser ele­gi­do por la ciu­da­da­nía, solo se suje­ta a su racio­ci­nio, de hay lo impor­tan­te que es que un TRIBUNAL SUPREMO, con­tro­le las reso­lu­cio­nes de ámbi­to inferior.

Impe­dir por ello el acce­so al Tri­bu­nal Supre­mo impo­nien­do requi­si­tos de for­ma (tipo de letra, tama­ño, y espa­cio limi­ta­do a 25 pági­nas), requi­si­tos de cuan­tía (600.000 euros), para­ce a prio­ri cri­ti­ca­ble al impe­dir al ciu­da­dano que alcan­ce la ver­da­de­ra justicia.

Muchos ciu­da­da­nos que bus­can su mejor defen­sa y con­tac­tan con noso­tros en el des­pa­cho, nos mani­fies­tan el temor a que el Juez no sea inde­pen­dien­te, sobre todo en “pro­vin­cias”, des­pla­zán­do­se a Madrid o a Bar­ce­lo­na para que no haya influen­cias de otros pode­res, ya sean fami­lia­res, eco­nó­mi­cos o sociales.

Dicho esto, la Cons­ti­tu­ción ya es mayor de edad, el esta­do de dere­cho pare­ce con­so­li­da­do, y solo que­da que el ciu­da­dano no tema a un poder judi­cial impreg­na­do por la polí­ti­ca, la eco­no­mía o los intere­ses particulares.

A su favor, miles de jue­ces se dejan la vida entre libros, orde­na­do­res, pocos medios y pre­sio­nes socia­les por­que creen en este Esta­do de Dere­cho. Inten­tan ser jus­tos en sus reso­lu­cio­nes, y reco­no­cen dere­chos a quien los tiene.

En igual­dad, los abo­ga­dos, entre nues­tros libros, pape­les y pla­zos peren­to­rios somos una pie­za cla­ve para que el sis­te­ma fun­cio­ne, hace­mos una labor peque­ña en rela­ción con las gran­des deci­sio­nes. Sin embar­go, sin abo­ga­dos, no habría sen­ten­cias con­tra las enti­da­des finan­cie­ras que han teni­do que devol­ver miles de euros a ciu­da­da­nos que recla­ma­ron su cláu­su­la suelo.